11 de septiembre, quince años y medio

Hoy es la fecha de las torres gemelas, la que marca la mitad del año en el calendario familiar este nuestro de tu marcha. Ay, cariño, cómo va pasando el tiempo y siempre sin tu amable compañía.

Hoy es el día también del principio de curso, el primero en treinta y ocho en que yo no ejerzo como docente. El primero de muchos más en que (qué raro, qué exótico, parece imposible) no tengo que ir al cole. Porque antes de profe fui alumna, desde los cuatro años, y me había acostumbrado a medir el tiempo de septiembre a julio.

Tengo los días ocupados en todo lo que antes no pude, me siento afortunada al disponer de esta oportunidad, pero siempre andan cerca los miedos, Rodrigo. Tu tío J. lo primero. Nuevas eventualidades, luego. Así es esta existencia que nos ha tocado vivir.

Hoy, 11 de septiembre de 2019, te escribo, hijo querido. Como todos los onces, creo que no me he saltado ninguno. Y para decirte, como siempre, cuánto te quiero. Antes o después nos encontraremos, Rodrigo. Esta vida loca, como río de aguas turbulentas, lleva hasta ti. Te abrazo desde la distancia. No te olvido.

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