
De nuevo es sábado y te escribo. Sigo inmersa en las sensaciones de irrealidad de mi cambio vital y continúan aflorando los miedos. Son vaivenes emocionales que te alejan de mí. Solo te encuentro en la naturaleza.
Ahí estás siempre, Rodrigo, incluso en el trozo chiquito de nuestro jardín. Salgo al porche cada mañana e intento conectarme contigo a través de la lluvia, los árboles y el viento. No te vayas del todo, por favor, cariño. Sonríenos.
Yo mientras tanto procuro adaptarme a la nueva vida. Y tengo tantas cosas que hacer que se solapan unas con otras, me aturullan y me enfado porque el tiempo no me cunde como esperaba. Échame una mano, hijo, por favor. Ven a vernos, mantén el contacto. No nos olvides.
Nosotros jamás lo haremos. Te esperamos siempre, te llamamos siempre, vamos tras tus pasos. Te queremos.