
Querido Rodrigo, hoy es sábado y vuelvo a escribirte, aunque esta vez las circunstancias son especialmente extremas.
Estamos en estado de alarma por la pandemia del coronavirus, recluidos en casa, cerradas las tiendas, prohibido todo tipo de ocio, las calles vacías… Con tanta experiencia poderosa en las semanas previas y este recibimiento nada más volver, el sentido temporal se nos ha distorsionado.
Por eso me parece que hace siglos que llegó y pasó nuestro fatídico día once. Y solo fue hace tres días.
Intento no agobiarme por tu hermano, su mujer, papá o yo misma. Mantengo la serenidad. Pero subyace una fuerte preocupación, porque no sabemos a dónde puede llegar esto.
Es muy temprano, escribo medio dormida pero pienso en ti, cariño. Ahora no deseo nada que estuvieras aquí, en medio de este problema de salud mundial. Desde tu mundo luminoso échanos una mano, porfa. Tal vez tú puedas lo que nosotros no podemos. Aquí te echamos en falta.
No te olvidamos. Te queremos mucho, hijo. Ojalá pudiera darte millones de besos. Y abrazos a miles. Te los mando. Con todo mi amor: Mamá.