La primavera, el día de la felicidad y una nueva vida

Del sábado pasado a este han sucedido tantas cosas, a pesar del aislamiento, que no sé por dónde empezar. Ay, hijo querido. Llevamos recluidos una semana, el tiempo se ha ralentizado y nada resulta interesante. Pero cuando echo la vista atrás, comprendo que nuestras existencias ya no son las de hace solo quince días.

En este breve lapso temporal nos hemos hecho conscientes de que la pandemia va en serio. Tenemos más de mil fallecidos, los hospitales a punto del colapso, la economía rota. Comprendemos, también, que es un asunto planetario sin antecedente conocido, que el mundo entero está en cuarentena. Que va a ser duro y largo.

Y en medio de este caos, a los primucos de Cantabria les ha llegado una nena nueva. Enar, así, sin hache, es la hija de Alejandro. Se ha presentado en plena pandemia, sí, pero también con la primavera y en el día de la felicidad. Es una nota de esperanza que demuestra que la vida sigue a pesar del coronavirus y los confinamientos.

¿Estás ahí, hijo? ¿La has conocido antes de su venida a esta tierra? Sin ti todo es amargo y ajeno. Te echamos en falta infinitamente.

Pero vamos en tu busca. Antes o después nos encontraremos. Vuelve tu mirada sobre nosotros y mándanos sonrisas curativas, abrazos reconfortantes, ilusiones nuevas.

Te queremos, hijo. Estamos en casa, ya sabes, donde los prunos te hacen señas. Te queremos. Te queremos.

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