
Son las siete de un nuevo mes, hoy cumplo 61, y tú sigues ausente, Rodrigo. Vuelven los recuerdos del 2004, cuando íbamos a compartir el evento de Efeyl, mi cumpleaños incluido, y tú me asegurabas que me ibas a felicitar con megáfono. Nunca llegó ese momento.
He amanecido demasiado pronto, sobre las cinco, y tú tampoco has podido venir este año 2020. Llevo diecisiete cumples sin ti. Y no me acostumbro a que no estés, solo vivo el día a día.
Hoy podemos salir a pasear una hora, un kilómetro, papá y yo. Tengo una rodilla lesionada desde el martes, pero saldremos aunque solo sea alrededor de la manzana. Y lo que más me gustaría sería ir a ver a tu hermano. Hablarle por la ventana. Y verle.
¿No tienes alguien ahí que te preste un megáfono? ¿No has tramado ningún otro plan de los tuyos para venir a rondarnos? Te espero en el mundo intermedio de los sueños. En Atenea Nike. O en los Propíleos. Ojalá pudiera oír tu voz y tu risa, y que me cantases el happy anniversary de los Picapiedra que tanto te hacía reír.