11 de mayo de 2020

En este nuevo once de los nuestros me pillas medio dormida. Buenos días, hijo. Ya no solo espero que estés bien, necesito imperiosamente que estés. Tengo miedo de no volver a encontrarme contigo.

Aquí están de nuevo los vaivenes y las horas bajas. Ya he pasado por esto. Te echo de menos, Rodrigo.

Me acuerdo, entonces, de otros momentos dichosos por tu presencia. Pienso también en las maravillosas casualidades que nos hablan de ti desde que se te llevaron. Y espero tiempos mejores, sin el miedo o el estrés de esta pandemia.

La primavera nos ha llenado de flores y de verdor. Te abrazo con su belleza desde esta casa, tu casa. Aquí te esperamos, cariño. No dejes de velar por nosotros.

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