
Querido Rodrigo, buenos días. Espero que todo te vaya estupendamente. Aquí nosotros seguimos bien, aunque cansados de estas nueve semanas de extrañeza.
Estamos en casa, rodeados de lo que nos es conocido y nos arropa a diario y, sin embargo, también nos resulta raro. Son muchos momentos frustrantes, de no poder disponer libremente de nuestras vidas. Y que remueven emociones subterráneas de rabia, desasosiego, contención, razonamientos auto impuestos, fatiga mental.
Hemos visto a tu hermano dos o tres veces, y hablamos con él guardando las distancias y con mascarillas. La situación resulta enajenante y en medio de ese malestar también está tu ausencia. Como siempre que pasa algo especial, notamos más tu falta. Pobre mío, de la que te has librado.
Porque esto no es algo bonito que vivir. Y tengo miedo por papá, por G y B, por mí misma. Al principio pensaba que sería cosa de dos o tres meses. Me voy dando cuenta de que esta situación va a continuar muchísimo más. No solo este año, ni el siguiente. Tendremos suerte si la cosa se aclara para 2022.
Me temo brotes peores. Me asusta lo que está por venir. Y siempre pienso en ti, te llamo, te pido ayuda, consuelo y protección. Llevo años escribiéndote que vamos hacia ti. Nunca pensé que de esta manera tan traumática. La vida es una fuente inagotable de sorpresas.
Comparto contigo la belleza de los árboles, del jardín, de las flores. También nuestra esperanza de tiempos menos aciagos y de nuestro reencuentro. Te quiero mucho. Te queremos.