
Este ha sido el primero como jubilauta, sin obligaciones docentes, y, sin embargo, sigo pensando la vida en cursos escolares. Buenos días, Rodrigo, te pienso y te escribo, como todas las semanas, en el silencio tempranero de las seis y media.
Esta tarde vienen a casa periodistas de Radio Gaga para hacernos un reportaje, mañana acudo yo para una entrevista final. Me comprometí antes del confinamiento y, ahora, que llega el día del asunto, me agobio. No dejes de rondarnos, hijo, que lo hacemos por ti y tu memoria.
Me pedirán una canción y eso me ha hecho pensar en las que acompañaron nuestros meses de duelo. Y hasta se me ocurrió que podía escribir sobre ellas. Pero luego vuelvo a que comeremos con G y B, y recibiremos juntos a los que vengan, (supongo que un cámara y un reportero). Y sé que será un esfuerzo emocional. Y, como siempre, vuelvo a preguntarme quién me manda a mí meterme en estos líos.
Lo que me ocurre en todas y cada una de las ocasiones. Lo que sigo haciendo porque me parece una obligación amorosa contigo, cariño. Y porque debo seguir poniéndome retos. Entiendo que la ansiedad me pide que evite el estresor y yo, plenamente consciente, apuesto por enfrentarlo. Merecerá la pena. Ya he pasado por lo mismo varias veces. La última, en Belfast.
Os echo de menos a todos los que estáis en el Otro Lado. Nunca pensé que le encontraría nada bueno a las marchas repentinas y anticipadas de mis padres, pero ahora, con tantas muertes horribles en residencias de ancianos, me alegra que no hayan tenido que pasar por esta pandemia.
Pienso en ti. Qué harías, dirías, cómo lo vivirías. Pienso en ti y te quiero. Ojalá pudiera darte los abrazos que todavía tenemos pendientes. Algún día lo haré. Mientras tanto, enséñame cómo llegar hasta ti. Millones de besos y abrazos: Mamá.