Julio, vacaciones y programas de la tele

Buenos días, hijo, desde el jardín que tanto amaste. Hoy te escribo disfrutando de la brisa fresca matutina. Respiro este aire que reconforta y me preparo para el calor que hará luego.

Tu hermano y su mujer vienen a comer y a pasar la tarde. Así hemos quedado en celebrar el cumpleaños de papá. Será nuestra única interacción social. Mañana, ya en otra onda, terminaremos de preparar la casa para la obra del tejado. Y dejaré la buhardilla para refugiarme en la habitación de G.

No sé cómo saldría el programa de tele que hice por ti. Mis sensaciones son agridulces. De mucho repetir y de tomas absurdas y forzadas aquí, en casa. Y de calor, incomodidad y un tono que se iba volviendo frívolo por momentos, sobre todo en los minutos finales, que me dejó mal rollo.

Yo estaba agotada y no sé si demasiado lúcida, con el bochorno y una espera al sol de casi dos horas. Los periodistas tampoco estaban en su mejor momento, achicharrados y cansados después de tres días tórridos, yo era la ultimísima entrevista y les había encantado la anterior. En esas circunstancias podría haber sido un verdadero desastre. Creo que salvé los trastos, JC estaba cerca y tuvo buena impresión, pero tendría que haber salido mejor. A ese respecto estoy desanimada. Espero no haberte dejado en mal lugar, cariño.

A veces siento que estás muy lejos, ocupado y silencioso. Otras tengo destellos de tu recuerdo. Y siempre te quiero. No te olvidamos. Vamos a buscarte. Tú, mientras tanto, déjanos pistas y busca lugares bonitos que luego quieras compartir con nosotros.

Saluda a Manolo y a Carol, que un día como hoy se fueron contigo. Montones de abrazos, de risas, de besos, de juegos y canciones, de guiños y de bailes por las escaleras. Sigue riendo, por favor, Rodrigo. Me encantaba verte reír.

Nos vemos pronto: Mamá.

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