Último sábado de agosto de 2020

Hola, hijo, buenos días. Hoy te escribo muy temprano, porque me he despertado de madrugada. Son apenas las cinco y media.

La temperatura ha bajado diez grados, entra un aire muy frío por la ventana. Me desazona una sirena que suena un ratito, a lo lejos, no sé si es una ambulancia, posiblemente sean los bomberos. Pero enseguida desaparece y regresa la calma. Se acaba el verano y nosotros seguimos bastante aislados, saliendo poco, apenas a dar un paseo cada tarde y a los imprescindibles.

En noches como esta echo la vista atrás y encuentro que el tiempo pasado me impacta. 29 años llevamos en esta casa, 16, la mitad de ellos, sin ti, Rodrigo. Y siempre añoro tu presencia. Y me duele tu muerte prematura e injusta.

Recuerdo aquellas fechas de finales de agosto de 1991, que fue cuando vinimos aquí. Solo se había instalado un vecino. Y tu hermano terminó de aprender a montar en bici sin ruedines, arriba y abajo, aprovechando que teníamos nuestra corta calle fondo de saco vacía de coches y a nuestra total disposición.

Papá y yo habíamos dejado el barrio de nuestra juventud y la cercanía de la familia. Vosotros habíais dicho adiós al colegio y a los primeros amigos. Nos vinimos a un lugar desconocido, pero por fin nuestro. Y que nos ilusionaba. Ay, hijo. Qué maldito destino a la vuelta de unos pocos años te estaba aguardando…

No me hago mala sangre al respecto. Sabemos lo que ocurrió, pero no lo que nunca llegó a suceder y que podría habernos afectado en otras circunstancias. Vivir casi veintiún años contigo fue una suerte y un honor, Rodrigo. Nunca renunciaremos a ti.

Desde esta casita que amaste, que nos arropó entonces y todavía es nuestro refugio, te escribo, hijo. Papá y yo siempre hablamos de ti y mantenemos la esperanza del reencuentro. ¿Llegarás entonces a reconocer a estos ancianos padres que te echan en falta y te quieren?

No te olvidamos. Haznos señas, sobre todo cuando perdemos el rumbo. Cuida de tu hermano. Y no dejes de sonreír. Pensarte sonriendo es el mejor antídoto para la pena.

Millones de abrazos, series, libros, bailes y juegos. Ven a vernos en sueños, anda, porfa. Con todo nuestro cariño: Papá y Mamá.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.