
Te escribí ayer, pero no quiero dejar de ponerte unas líneas, como cada sábado. Buenos días, Rodrigo.
Poca cosa nueva tengo que contarte. Seguimos con el mismo aislamiento social, excepto pequeñas visitas de tu hermano, cada finde. Hacemos la compra una o dos veces por semana, lo habitual antes de todo este jaleo y que ahora se muestra costumbre prudente que conviene mantener.
Hemos eliminado, sin embargo, las actividades en recintos cerrados. No tengo cursos previstos para este año, excepto si son por vídeo conferencia. Es casi un confinamiento voluntario, pero teniendo la posibilidad de romperlo a ratos, con alguna visita cultural. Por supuesto con todas las cautelas que se nos ocurran.
Valoramos, también, alguna salida esporádica para ver cómo empieza el otoño por los alrededores, pensando en que es más seguro andar por parajes naturales que por la ciudad. Ahora que, por fin, baja el calor y se puede salir por ahí.
Y eso es todo. Así de simple. La pandemia nos condiciona la vida, como puedes ver.
Recordamos con cariño y emoción lo que compartimos contigo, pero Papá y yo siempre hablamos de ti en presente. Esperamos tu ayuda y consuelo ahora en el día a día. Y confiamos en que saldrás a buscarnos cuando nos llegue la hora. No dejes de hacernos señas que alimenten la esperanza del reencuentro. Porfa, hijo.
Te queremos.