
Llueve mucho, casi ha llegado el otoño, las noches son más largas, ¿cómo estás, hijo querido?
Papá y yo hemos intentado desconectar de la rutina y de la pandemia. Y lo conseguimos durante unos pocos días. Pero la realidad ha regresado por su cuenta. Tenemos confinamientos parciales en Madrid, en las zonas más afectadas.
Aquí no nos llegan todavía, nuestro barrio sigue medianamente bien. Lógico, porque es pequeño y está muy aislado, con mucho campo sin construir alrededor. Pero esas restricciones solo para los distritos más poblados no creo que sirvan para gran cosa. Que puedan salir para ir al trabajo y que la comunidad de Madrid no resuelva el terrible hacinamiento de los transportes no es una medida preventiva. Es más bien un insulto.
En resumen, la población que sigue yendo a trabajar masificada, pero debe confinarse en las demás actividades, seguirá transmitiendo e infectándose. Me temo que es una disposición clasista y a la vez inútil. Para contentar a los suyos, para aparentar que hacen algo, para culpabilizar a otros.
El tiempo lo dirá. Pero mientras tanto, todos los ciudadanos de esta región somos sus rehenes. Estamos inermes en las garras de unos desalmados desaprensivos, que no pararán la economía, aunque cueste vidas. El hecho es que ya dejaron morir a miles de ancianos y ni siquiera se admitió a trámite la denuncia contra esa maligna gestión. Vamos por el mismo camino de sacrificar peones. Con estas medidas, que no soliviantan a los suyos, parece que hacen algo. Y señalan culpables. Sus incondicionales no necesitan más.
Esto va para largo y se irá poniendo más difícil. Nunca pensé que podría «alegrarme» de tu ausencia, pero ahora sucede que pienso que menos mal que tú no lo sufres. Ni mis padres. Ni Elo. Ni tu tío J. Ela vive aterrorizada viendo noticias, lo único que hace, recluida en casa, sin ánimo para nada más. Ni siquiera puede acudir a consulta para revisar cómo evoluciona su brazo fracturado. Y mucho menos puede pensar en la rehabilitación que necesita. El centro de salud sigue cerrado y no conviene acudir a consultas externas al hospital.
La vida vuelve a ponerse áspera. Ay, cariño, y difícil. Vamos a buscarte. No dejes de velar por que sigamos bien el camino.
Millones de abrazos y besos, Rodrigo. Te queremos.