10 de octubre de 2020

Hola, cariño, buenos días. Tecleo unas líneas en el móvil porque es sábado, el día que siempre te escribo. Son las seis y todo está oscuro y silencioso.

Seguimos con muchos casos de coronavirus en Madrid. Después de un rifirrafe político y una indefinicion de la comunidad que avergüenzan, continúa el cierre perímetral por orden del Gobierno. Nos afecta a Getafe, Madrid y otras ocho ciudades de esta región. Papá y yo procuramos ser prudentes y solo salimos a lo necesario. No te preocupes, estamos bien.

Van alternando días de frío con otros muy agradables, así suele ser el típico otoño madrileño. Tu árbol favorito ya cambia los colores, y nos regala su gama de dorados y rojos. El tilo del jardín de al lado pronto será un clamor amarillo. El pruno mantiene las posiciones, porque no suelta las hojas hasta noviembre, la hierba se vuelve brillante y renueva su verdor. En medio de tanta belleza, pienso en ti. En lo que te gustaba el jardín. En que te echamos mucho de menos.

Anoche papá y yo quisimos ver el planeta Marte, que está, dicen los astrónomos, más cerca de lo habitual. Era un buen momento y excelente la temperatura, pero brumas y nubes nos lo taparon. O no lo supimos encontrar. Hablamos de ti. Siempre estás en nuestras conversaciones, sobre todo cuando miramos al cielo. Ojalá nos veas y sientas cuando sucede. Ojalá puedas venir a escondidillas y abrazarnos mientras dormimos.

Te queremos, Rodrigo. Ya sabes que no te olvidamos. Hasta mañana.

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