
Hola, Rodrigo, buenos días. Te pongo estas líneas desde nuestra casa, todavía no ha amanecido.
Hace ya una semana que no vemos a tu hermano, no se permiten reuniones familiares, pero nos hablamos a menudo. Esta pandemia se alarga y nos tiene agotados en lo sanitario. Y en lo social.
Los irresponsables campan a sus anchas, porque les cansa la situación. Como si ochocientos muertos diarios fueran solamente una cifra. Lo más triste es que en ese grupo hay que incluir a muchas autoridades, que velan más por sus intereses que por la salud y la vida de la población.
Por eso somos prudentes y vivimos un confinamiento privado. Salimos a dar paseos, a la compra muy de tarde en tarde, y a sólo lo imprescindible. Papá teletrabaja cuatro de cada cinco días. No podemos hacer nada más.
En medio de esa situación, agradezco tener algo que celebrar: la portada y contraportada de mi novela, que la editorial acaba de hacer públicas. Y la suerte de que les interesase publicarla. Te echo de menos en esta circunstancia. Sé que tú también serías mi fan, como se proclama Papi a menudo. Ay, hijo querido.
Cuídate mucho, corazón. Vuela alto y ven a vernos cuando puedas, que tú no tienes restringido el acceso. Te quiero. Te queremos. Hasta pronto.