
Hola, cariño, buenos días. Aquí me tienes, de nuevo, escribiéndote unas líneas, como todos los sábados. Y, como todos los febreros, sintiendo el dolor de la cercanía del nuevo aniversario. Da igual cuánto tiempo pase, ese efecto angustioso se repite siempre. Y estar en circunstancias excepcionales, como las que vivimos estos meses de pandemia, no mejora la situación.
Este último año está siendo uno de los duros. Se ha roto esa progresión hacia una cierta normalidad conseguida con esfuerzo desde que te arrancaron de entre nosotros. Cierto es que no estamos como al principio, que apenas podíamos sobrevivir a tu ausencia, pero, lamentablemente la ansiedad y el estrés postraumático se han reactivado.
¿Las causas?, el aislamiento social, (que se nos está haciendo larguísimo), y la constante cercanía de la enfermedad y la muerte (con el fallecimiento por la COVID-19 de tantas personas diarias, algunas muy cercanas).
Finalmente, lo que ha terminado por reactivar duelo y miedo, de manera exponencial, además, ha sido la súbita partida de JCC. Espero que estés con él y con su madre, que sigáis siendo amigos, que veleis por nosotros, pobres llorosos de vuestra ausencia injusta.
Echo la vista atrás, justo hace un año estábamos en Asturias y en Belfast. Justo cuando regresábamos a casa, en los aeropuertos, comenzamos a ver las primeras mascarillas. Y nada más instalarnos de nuevo, empezó el horrible confinamiento.
Hace un año ya, pero parecen muchos más, nos quedamos sin poder recordaros con las celebraciones previstas; luego, tuvimos que quedarnos en casa, durante largas semanas. Y no sabemos qué nos espera. Este decimoséptimo habrá actos de aforos muy reducidos. Quizá podamos ir al de Atocha. Ya veremos.
Solo intentamos vivir el presente. Y como Papá teletrabaja la mayor parte del tiempo, nos hemos propuesto disfrutar de la mutua compañía como un regalo. Nos falta, eso sí, ver un poco más a G, ahora que no nos dejan reunirnos en las casas. Charlamos por teléfono durante horas. Para este finde quedaremos en la calle, que no es lo mismo, pero es.
Dos años de tu libro. Uno de sus últimas presentaciones. Espero que la vida me permita volver a hablar de ti y de lo que pasó. Mientras tanto, voy con una novela nueva. Ojalá pudiera escuchar tu crítica. Ojalá estuvieses aquí para leer mis pobres intentos literarios. Ay, Rodrigo. Te echo de menos muchísimo.
Cuídate, hijo. Vuela alto. Volveremos a vernos. Espéranos.