
Hola, Rodrigo. Son las 7:00, la misma hora en que te sentí salir de casa un jueves como hoy, hace diecisiete años. Cómo podía yo pensar que nunca regresarías. Oí que cerrabas la puerta suavecito, para no despertarnos. Y nos dejaste solos para siempre.
En medio de varias tormentas políticas y mediáticas, el recuerdo social de lo sucedido «hace ya tantos años» se diluye. En 2020, por la pandemia. Este 2021, por múltiples mociones de censura y la convocatoria inesperada de elecciones en nuestra comunidad autónoma. Y sucede lo acostumbrado: que la urgencia informativa se lo lleva todo por delante.
Pero G, Papá y yo, lo sabes bien, no necesitamos ruido periodístico para recordarte. El plan era acudir juntos a los actos de Atocha, como llevamos haciendo todos estos años. Con la reducción de aforos por la COVID-19, temíamos no tener sitio, pero estas nuevas circunstancias evitarán que se acerquen multitudes. Así que estaremos solo los amigos. Para nosotros, fenomenal.
Después, como es ya costumbre, pondremos flores en tu lápida, y hablaremos de ti, y pasaremos juntos, los tres, este aniversario. Como otras veces. Como hacemos siempre. Porque es nuestra manera de sobrevivir tu ausencia injusta. Porque solo unidos somos capaces de soportarla.
No te olvidamos. Cuida nuestro camino, por favor. Porque solo siguiendo tu estela, llegaremos de nuevo a abrazarnos los cuatro, como antes. Te envío flores del pruno, besos, risas, libros, juegos, bailes, pelis y series, canciones, versos, chascarrillos y bromas: las cosas sencillas que podíamos estar compartiendo ahora. Si estuvieras aquí. Si estuvieras…
Te queremos, Rodrigo. Espéranos.