
Hola, hijo, otra semana más sin ti, otra semana de pandemia, restricciones, confinamiento, mascarillas y extrañeza vital. Al menos, consuelo ínfimo, tú no tienes que soportar todas estas cosas.
La vida sigue, nos arrolla con su ritmo desenfrenado. Le da igual que no estés, que nos duela el espacio vacío que dejaste a nuestro alrededor. Papá y yo hacemos camino juntos, vamos a buscarte, como te escribió el día fatídico, como titulamos tu libro. Y esa es nuestra realidad. Sea cual sea el tiempo que nos quede aquí.
Fue hermoso compartir casi veintiún años contigo. Es un tesoro que solo nos podrá arrancar la demencia, ojalá nunca llegue. Y mientras tanto, seguimos los tres, contigo en el corazón. Ojalá haya pronto unos peques con los que compartir tu recuerdo y a los que dedicar cariños. Ojalá tú puedas vernos y ayudarnos desde donde estás. Te esperamos.
Te mando flores rosas y hojas rojas del pruno, hierba y yedras reverdecidas, los primeros brotes del lyquidambar y las nuevas plantitas del macetón. También, las flores espectaculares de las camelias de la entrada, a punto de abrirse.
Y besos, abrazos, bromas, canciones, novelas, series y pasos de baile. Todo contigo. Te queremos.