
Felicidades, Rodrigo. Hoy, desde casita, en la oscuridad de la madrugada, pienso en ti. En el día de 1983 en que naciste. En los veinte cumpleaños que compartimos contigo. En lo que duele tu ausencia.
Como regalo secreto y simbólico, usé esta fecha tuya de tu cumple para terminar Nina. Escribí: Getafe, 24 de mayo de 2020. Y, después, mi nombre.
Era cosa entre tú y yo. Solo los más cercanos podían darse cuenta. Por supuesto estabas en las dedicatorias iniciales. Esto era el abrazo de oso que se nos quedó pendiente y que siempre quiero darte. Esto es, y lo digo en presente, la nostalgia de tu compañía, la añoranza de tu opinión de lector empedernido. Y que te quiero.
Tú me devuelves el regalo. Porque el sábado me anunció el editor que hoy llegarían los libros. Tengo que dedicarlos y devolvérselos para que mis lectores los reciban cuanto antes. O repartir en mano los que hayan solicitado entrega local. Hoy. Tu cumpleaños. Antes de lo previsto incluso por ellos. Contra todo pronóstico, porque la impresión se adelantó aprovechando un hueco inesperado.
Gracias, cariño, por tu ayuda. Con estas coincidencias reanimas la esperanza. Te quiero mucho. Espero que te guste la novela. Pero, qué digo, tú no necesitas esperar a que llegue el envío. Tú ya has dicho que te gusta.