
Hoy te escribiré unas líneas rápidas, Rodrigo. Como otros sábados, lo primero que hago, nada más despertarme, es hablar contigo. Y esta vez no quiero decir nada de pandemias, aislamiento, vacunas o restricciones. En esta ocasión, no apuntaré ni una palabra sobre el miedo y las sensaciones de irrealidad que todavía vivimos.
Hoy solo te cuento que hace calor y se acaba mi segundo curso sin clases, de jubilauta. Y que muchos amigos han participado en la preventa de NINA. Con lo que se van cumpliendo mis mejores expectativas para esta nueva etapa vital.
Desde que cumplí los sesenta tiendo a hacer cálculos del tiempo que me podría quedar. Es una tontada, lo acepto, pues nadie lo sabe; nadie está exento de irse en una fracción de segundo a cualquier edad. Pero a mis años esa es una tendencia razonable, permíteme decirte.
Papá me comenta, cuando se lo explico, que pueden ser lustros, décadas. Y tiene razón. Pero no pasa nada por tener el asunto al menos un poco pensado. Sin miedo. Sin alharacas. Simplemente siendo consciente.
Eso, cariño. Nada más. Que te quiero mucho y te agradezco las ayudas que me mandas. Que vamos a buscarte. Que nos vengas tú al encuentro cuando puedas. Y que te mando millones de besos y abrazos con Papá.