Nuestros onces

Ayer estuvimos con tu hermano y con Rodo. Hoy madrugo mucho y te escribo. A menudo pienso en que la felicidad es que estuvieras aquí.

Luego me doy cuenta de que es tu ausencia la que me hace valorar tu compañía. Una paradoja enloquecedoramente absurda.

Te quiero, Rodrigo. Estés donde estés. Con millones de abrazos, canciones y juegos, libros, pelis y viajes sigo diciéndote que no te olvidamos. Vuela alto. Volveremos a vernos.

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