
Otra vez siento la rapidez con la que ha pasado esta semana, buenos días, Rodrigo. En pleno veranillo de San Miguel, te escribo estas líneas de desconcierto climático y vital.
Hoy comemos con tu hermano, incluso pasaremos la tarde juntos. Ojalá tú te unieses al grupo. Si pudieras venir…
Besos desde casa, desde el jardín que empieza a mostrar las señales del otoño. Vuela alto, hijo querido. Te queremos.