
Son las 5:30. Últimamente me despierto prontísimo. ¿Qué tal sigues, hijo? Nosotros razonablemente bien.
Poco a poco volvemos los tres a las rutinas de cada comienzo de curso, y todo sería genial si tú estuvieses, ay si estuvieras. No consigo aceptarlo, aunque hayan transcurrido ya casi veinte años. Siempre me faltas tú, Rodrigo.
Ojalá pudiese verte en sueños. Qué genial sería poder visitarte. O recibir mensajes tuyos.
Desde la buhardilla fantaseo volver a verte, hijo. Y te quiero.
Por favor, vuela alto.
Millones de besos y abrazos de oso: Mamá.