
Desde nuestra casa, rodeados de la hojarasca otoñal, te escribo y añoro, Rodrigo.
Volvemos a la rutina de a poquitos, aún con resaca del viaje. A medio año de cumplir la veintena sin ti.
Qué largo tiempo de ausencia, hijo querido. Qué difícil mantener la esperanza. Vela por nosotros, cariño.
Te queremos. Hasta ese infinito en que deseamos hallarte.
Miles de abrazos, risas, libros, juegos, viajes, sonrisas, bailes, canciones y muecas. No te olvidamos.